Deseo, fuego y espíritu que enciende vida
Los deseos y su concretización son parte de la senda que cada cual debe recorrer en su camino evolutivo. Aunque los deseos en principio serán producto de su ignorancia y sus instintos primarios, poco a poco éstos se elevarán a la altura de su consciencia. Es el camino del hijo pródigo, que cada ser humano descubra lo que alienta sus deseos y sus ganas y luche por ellos con coraje. Es el camino sagrado de pruebas y crecimiento que lo harán despertar a su divinidad y a recuperar su herencia.
Cada deseo debe ser una meta y una realidad, nunca un sueño abandonado. El mundo está plagado de seres desilusionados y desganados que sufren la enfermedad del siglo, depresión, y sus vidas están llenas de sueños truncados y olvidados por falta de valentía y confianza.
Los deseos son vida, son fuerza y ganas de vivir. La intención surge de ellos emanando sentimientos que se despliegan en abanicos creativos y crecientes que nos dirigen a la meta. Nada se iguala a ello, la sangre fluye y el corazón revive alimentado por la pasión que lo recicla.
Viviendo desde el corazón colmado el individuo manifiesta sus más sublimes expresiones de vida y amor y sus frutos elevan la sociedad que conforma. En ello radica la experiencia y el derecho de vivir.
Entonces la vida para él no es más que un transitar con ganas y deseos por cumplir, de allí se origina la intención de cada instante. Ciclos y ciclos que impulsan la expresión del siguiente, cada uno dejando huellas de experiencia enriquecedora impulsando nuevos ciclos que contienen nuevas semillas, sin fracaso ni fin, solo un eterno descubrimiento de sí.
No hay límites ni fin en la creación, ésta es infinita e ilimitada y del mismo modo la vida y los deseos que se gestan en ella, cada experiencia impulsa otra, a cada deseo le sigue un pensamiento que lo limita o lo expande, de tal modo los caminos se abren o se cierran y surgen con ello los desvíos propios que manifiestan el incesante y continuo movimiento.
Vivir desde los propios deseos es avanzar ascendiendo en la espiral evolutiva, cada deseo materializado es una etapa cumplida que te enfrenta positivamente a otra nueva, equivale a un proceso interno y sagrado que renueva al individuo entre un ciclo y otro.
Mientras el corazón late los sentimientos, anhelos y deseos surgen en él, y éstos pueden ser fruto propio o ajeno, en ello radica la diferencia entre un individuo despierto y otro que, conectado a su alma, se provee de fuego propio, su fuente de deseos y ganas de seguir por siempre, la energía vibrante y vitalizadora, motivo que lo impele a vivir desde cada fibra y célula de su Ser.
Deseos conquistados brindan alegría y ésta es el mejor antídoto contra la entropía, por ello el cuerpo eleva su energía vital, órganos y glándulas mejoran el funcionamiento y la sangre fluye por su torrente con más fuerza. Una complicidad interna con el alma se propaga por cada célula que potencia la totalidad que conforma la mente despierta con la intención que la electrifica.
En un ser humano integrado y despierto los deseos son inspirados por su alma y de ella surge la fuerza y visión creadora que necesita para concretizarlos. Su corazón es el catalizador de energía cósmica y de la realización constante de sus deseos cosecha una felicidad, paz y armonía constante
El fuego es el espíritu que sustenta al individuo, es la pasión que lo conmueve y lo dirige hacia la meta visualizada por su ser interno, y en el hacer engrandece su alma, evolución continua que es el fruto de la vida y crecimiento constante.
Por Marisol Stevens